El pensamiento en acción

Enseñanza aprendizaje

El debate entre pensamiento y lenguaje no va a ser objeto de estudio aquí; porque resulta obvio, las palabras no cambian a la realidad de forma directa. Lo que si transforma la realidad es la acción. La acción del pensamiento, como ya se apuntó, es representar objetos, aplicaciones o relaciones para tomar decisiones siguiendo un plan de acción. Puesto que ya se ha expuesto someramente el tema de la representación, pasaremos a los dos puntos siguientes: tomar decisiones y planificar.

Tomar decisiones

La toma de decisiones no tiene nada que ver con una lógica operativa, aunque la puede utilizar para llegar a una decisión. Influye más la propositividad (los propósitos, metas y objetivos) de las personas, que el método a seguir. Es decir, primero decidimos adónde queremos llegar y, después, buscamos la manera de hacerlo. Muchas veces, la “manera de hacerlo”, consiste en probar un curso de acción y ver qué sucede; con lo que todas las lógicas operativas se vienen abajo. Pero, desde luego, ese no es el punto de vista psicoeducativo, donde se pretende optimizar los cursos de acción para que, decisiones y propósitos, estén eficazmente conexionados.

Garnham y Oakhill (1994), proponen la maximización de la utilidad subjetiva esperada y la predicción de resultados por regresión múltiple, como planteamientos prescriptivos sobre la toma de decisiones. Respecto al primer planteo, cabe decir que, los autores, parten del hecho de que las personas toman decisiones basándose tanto en su creencias como en sus deseos y, la teoría de la utilidad multiatribuida (varios atributos independientes contribuyen a tomar una decisión de conjunto) cobra especial importancia al considerar la decisión como una confluencia teleológica (dirigida a fin) de varios factores que, considerados independientemente, no darían como resultado semejante decisión. Para T.J. D’Zurilla (1986), en la perspectiva de solucionar conflictos, la toma de decisiones confirma la teoría de la utilidad esperada, poniendo sobre el tapete, además, la teoría prospectiva, que considera los efectos de la conducta a escoger. Naturalmente, este último posicionamiento, tiene mucho que ver con la representación de la realidad que tenga el individuo y la simulación futura de sus decisiones. Respecto a la teoría de la utilidad esperada, entra dentro de lo que, anteriormente, hemos llamado funcionalidad económica del pensamiento; y donde se valoran costes y beneficios de las alternativas. El decisor compara las valoraciones obtenidas en cada alternativa y elige un curso de acción de una o varias combinadas con las mejores expectativas de utilidad para sus propósitos. Los cuatro criterios beneficio/coste que señala D’Zurilla son: a) resolución del conflicto, b) bienestar emocional, c) tiempo/esfuerzo y d) bienestar general y social. En nuestro caso, la resolución del conflicto (un propósito como otro cualquiera), sería alcanzar la meta o el objetivo propuesto. En la teoría prospectiva, D’Zurilla, distingue dos fases en la decisión: a) formulación de alternativas y contingencias que acontecen en cada una de ellas.

 conducta

Sin el sentido de la propositividad de la conducta, la planificación carecería de sentido. El plan, por definición, está dirigido a un fin. Lo que trata de hacer un plan es salvar la distancia entre el presente y el propósito a alcanzar en el futuro. Tanto la planificación como la toma de decisiones, están entretejidas de manera tal que, si es tomada la decisión antes, ésta modifica las estructuras de la planificación, mientras que si se va construyendo el plan, ese curso de acción puede alterar las decisiones. En general, las personas mezclamos decisiones y planificaciones a tenor de la disponibilidad y accesibilidad que tengamos. En ocasiones, el tiempo disponible es tan pequeño, en que se toma una decisión y luego se planifica, modificando aquellos cabos sueltos de nuestra primera impresión al respecto. Una planificación muy larga, duradera y costosa, tampoco resultaría útil, porque los resultados de ella obtenidos podrían demorar demasiado una decisión vital.

Los estudiosos de la resolución de problemas (D’Zurilla, 1986; Newell, Shaw y Simon, 1957, 1963; Johnson-Laird, 1989; Holland y otros, 1986; A.C. Filley, 1985; Likert y Likert, 1.986; por citar a algunos) introducen la variable definición del problema como fundamental para el curso de acción subsiguiente. Para nosotros, la reformulación sería la definición del propósito, el adónde queremos llegar. Sin propósito, todo diseño planificador cae en el vacío. Así pues, la percepción del propósito que tenga el sujeto, la atribución causal que haga éste sobre aquel, la valoración subjetiva, el control que se tenga sobre los mediadores propositivos y la disponibilidad/accesibilidad a tales mediadores, albergan la definición operativa del propósito; no ya como un deseo o una intención, sino como acto funcionalmente dirigido que optimiza los recursos empleados; con una meta o fin, estructurada, definida, satisfactoriamente establecida y que se atribuye su accesibilidad, vistos los recursos disponibles.

Author: admin
Date: Monday, 9. August 2010 23:38
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